SENDERO RÍO AGRIO
Distancia Duración Dificultad Tiempo
12,52 Km. 03:41:01 Baja Nublado
13 diciembre, 2015 (Domingo)
La caminata estaba señalada por la lluvia al menos con una semana de antelación. Y de hecho, la primera mojada fue al salir de casa. Pero, todo lo hermético que tiene la Meteorología como ciencia oculta para los profanos, se dio cita el domingo a partir de las diez de la mañana, de modo que salir de Sevilla, llegar al Corredor de la Plata y dejar de llover fuera todo en uno. Ni una gota de agua cayó a lo largo de las casi cuatro horas que estuvimos caminando, cuando tanto la noche como la amanecida habían sido de intenso aguacero. Quizás por ello, seguro que todos los que inicialmente habían mostrado interés por el paseo, y no se presentaron, hubieron de lamentarlo. El día se nos ofreció propicio para la caminata por su limpidez y frescor y, más aun, porque pasear junto a mis hermanos scouts Paco Pinto, Maricarmen Rojo, Enrique Pérez y su perro Orion, junto a otros amigos, bien merece el riesgo de marchar bajo el agua. Y encima con capa, polainas y gorro canadiense.
Aunque este mismo paseo, con una ligera variación, ya lo había realizado en solitario el pasado mes de febrero, fue un verdadero placer encontrarme de nuevo en este punto intermedio entre la campiña del Aljarafe y la Sierra Norte que, con casi tres cuartas partes de sierra, pertenece a las primeras estribaciones de Sierra Morena, invitando al paseo desahogado dado el asequible perfil de sus montes y su importante masa forestal. Como podemos leer en muchas guías, y se comprueba fácilmente pisando sus tierras, el término de Aznalcóllar ocupa una posición privilegiada para observar una gran variedad de paisajes, dehesas, campiña, bosques de ribera, numerosos arroyos y cursos de agua tributarios del río Guadiamar como el río Agrio o el arroyo Cañaveroso.
Tomando como punto de partida la Residencia de Ancianos, ubicada en la salida al Castillo de las Guardas, este sendero regresa a Aznalcóllar tras rodear el embalse y el contra embalse del río Agrio, permitiendo recorrer por diferentes tipos de caminos, desde la pista de tierra compactada hasta la veredita junto al río o el carril bici de cemento, los restos de la minería del siglo pasado, zonas de monte bajo, un pequeño pinar entre una dehesa e incluso un par de cortafuegos. No debemos olvidar que justo en el mismo punto de encuentro, un nutrido grupo de cazadores, casi medio centenar de vehículos y una decena de automóviles con remolques de perros, se disponía a una jornada de caza en algún coto cercano. Sin embargo, ya para dejar acta completa de lo acaecido, no se escuchó un solo escopetazo en todo el recorrido.
El embalse de Aznalcóllar, de finales de los años ochenta, merecen el comentario dada su capacidad de veinticuatro hectómetros cúbicos y contar con dos presas, una de regulación y otra de derivación. Asimismo, los merenderos y zonas de recreo con miradores, que encontramos en nuestro caminar eran el lugar previsto en la convocatoria de AKELA, quedando para otra ocasión. Dejando la presa a nuestra izquierda, seguimos por la carretera al Castillo de las Guardas hasta llegar a la «Dehesa del Campillo» donde pasamos a un carril a nuestra mano derecha. Avanzamos por aquí siguiendo las indicaciones hasta llegar a un pequeño pinar donde nos desviamos nuevamente a la derecha. Todo muy bien señalizado.
A nuestro paso pudimos apreciar una variedad ingente de árboles, como el acebuche, algarrobo, el pino piñonero, el negral, encinas, alcornoques, quejigos y, naturalmente eucaliptos. Pero lo que más gusta saborear en una caminata son las especies de arbustos como el madroño, lentisco, mirto, majuelo y un brezo del Andévalo («erica andevalensis») endémico de Andalucía oriental, no pudiendo faltar el palmito (variedad de palmera autóctona) la esparraguera, el romero, la manzanilla y, muy especialmente, el tomillo que formaba verdaderos pastizales. Atención al tomillar justo antes de entrar en la zona de escombreras de la mina, formadas con los restos de las minas explotadas. Paco Pinto hizo gala de su profunda y extensa sabiduría al respecto mostrándonos tanta diversidad y haciéndonos oler los diferentes arbustos.
Tras un descanso en el cerro denominado de los Castrejones, entre los restos de lo que fue casa de pastores, unas vistas del Corredor de la Plata y sus pueblos, incluso de Sevilla en días más claros, permitieron un respiro y un cúmulo de sensaciones que gratifican de por sí la caminata. Pero no solo eso. Quizás fuera la altura, el recorrido ya hecho o la amplitud de la panorámica, lo cierto es que estábamos en uno de esos momentos en los que naturaleza se nos muestra como es, sin necesidad de intérprete, en toda su magnitud y belleza. Y ante tal epifanía, en ese instante de profunda inspiración, te sientes parte de ella, devolviéndole todo lo que de ella recibes; permites que te atraviese su fuerza y poder sin añadidos, sin otro color, aroma o sabor que el suyo propio, pudiendo provocar una arrolladora mutación interior. A lo largo de la historia los místicos nos han recordado que hay tantos caminos como caminantes y, al igual que en la leyenda del Grial, sólo a unos pocos elegidos les es dado vivir esta aventura espiritual transformadora. Quizás por esta razón, Cervantes puso en boca de Don Alonso Quijano la frase: “Yo voy caminando por un mundo de hierro para convertirlo en un mundo de oro”. He ahí el profundo valor revolucionario del caminar.
A poco de este cerro, en lo que parece denominarse «Dehesa del Perro» y ya en dirección a Aznalcóllar, descubrimos la actividad minera de la localidad en su verdadera magnitud, una de las protagonistas de este recorrido. El colorido de las escombreras en sus diversos composiciones de materiales, cual arco iris de ocres y marrones; los restos de aguas ferruginosas, las piedras de color del hematíe, el aroma de sulfurosos, etc. conforman un paisaje cuasi lunar (los llamados «Llanos de la Luna») al que solo le faltarían algunos cráteres de impactos de meteoritos para afianzarlo como tal. Una belleza insólita, inquietante e inhóspita que, sin solución de continuidad, nos devuelve al pueblo desde el oriente, pudiendo observar el contra embalse del Agrio y las actuales balsas de residuos.
Cuando uno descubre la magnitud del destrozo causado por la rotura del muro de contención de la balsa de estériles de las minas la madrugada del sábado veinticinco de abril de mil novecientos noventa y ocho, se da cuenta cierta de estar ante una las mayores catástrofes ecológicas de las últimas décadas en Europa. Los números son escalofriantes de por sí: seis millones de metros cúbicos de lodos y aguas ácidas con alta concentración de metales, cuatro mil seiscientas hectáreas afectadas, veintinueve mil kilos de peces muertos recogidos, etc. La vida en el río Agrio y Guadiamar quedaron definitivamente afectadas, como cabía esperar, habiéndose procedido a un esfuerzo de recuperación que, si bien aún perdura, supuso triplicar la inversión prevista inicialmente.
Una caminata, la cuarta de la temporada y en la festividad de Santa Lucía, en la que se ha hecho patente ese dicho que afirma: “Bienaventurado eres, Peregrino…si lo que más te preocupa no es llegar, sino llegar con los otros”; en esta ocasión, con unos excelentes compañeros de viaje, con los que uno se lanzaría a cualquier aventura, convirtiendo el caminar en una muestra más de la amistad scout.Ç
Paz y Prosperidad
Antonio Rosa